Mueran entonces el recuerdo
y su abortiva génesis
en la famélica fabricación del olvido.
Muéranse ya de indiferencia,
porque irreconciliable es
en el apogeo del desencanto,
la discrepancia entre la realidad y el sueño.
Guarde silencio el desacierto
y su acusadora burla de deceso:
hoy por hoy,
es contundente el triunfo de la muerte
en esta historia equívoca.
Entiérrese pues,
toda esperanza de compañía
entre longevas caricias y festivos besos.
No hay marcha a atrás:
el último renglón ha sido escrito
con tu afán atrincherado en el silencio.
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